Capítulo 2: "Si sufro por ti, ¿me amarás?"
Niña, niña, por favor, no te vayas.
Creo que me está excitando
esta depresión.
Creo que me está excitando
esta depresión.
Canción del último blues
Tuve que inclinarme por encima de varios cuadros apiladospara poder leer el poema enmarcado que estaba colgado en el
centro de la pared de la sala del atestado apartamento. Viejo y
gastado, el anticuado paisaje con su poema impreso decía así:
Mi Querida Madre
Madre, querida madre
Cuando pienso en ti
Quiero ser
todo lo que es bueno,
Lo que es verdadero.
Todo lo que es digno
Noble o maravilloso
Ha venido de ti, Madre,
De tu mano que me guía.
Madre, querida madre
Cuando pienso en ti
Quiero ser
todo lo que es bueno,
Lo que es verdadero.
Todo lo que es digno
Noble o maravilloso
Ha venido de ti, Madre,
De tu mano que me guía.
Lisa, una artista de ingresos muy modestos cuyo
apartamento hacía también las veces de estudio de arte, señaló
el poema y rió con jovialidad.
-Es demasiado, ¿verdad? ¡Tan cursi!
Pero sus siguientes palabras delataron un sentimiento más
profundo.
-Lo rescaté cuando una amiga mía se mudó; ella iba a
tirarlo. Lo había comprado como broma en una tienda barata.
Pero yo creo que tiene algo de verdad, ¿no le parece? -Volvió a
reír y agregó con tristeza: - El hecho de amar a mi madre me
ha traído muchos problemas con los hombres.
En ese punto, Lisa hizo una pausa y reflexionó. Alta, de
grandes ojos verdes y cabello oscuro largo y lacio, era una
belleza. Me indicó que me sentara en un colchón cubierto por
una manta que estaba en un rincón relativamente más
despejado del suelo y me ofreció té. Mientras lo preparaba,
guardó silencio unos instantes.
Lisa había acudido a mi atención por medio de una amiga
mutua que me había contado parte de su historia. Por haber
crecido con el alcoholismo en su familia, Lisa era co-alcohólica.
La palabra co-alcohólico simplemente se refiere a alguien que
ha desarrollado un patrón dañino de relacionarse con los demás
como consecuencia de haber estado involucrado de cerca con
alguien que padece la enfermedad del alcoholismo. Ya sea que
el alcohólico haya sido uno de sus padres, un cónyuge, hijo o
amigo, la relación por lo general provoca el desarrollo de
ciertos sentimientos y ciertas conductas en el co-alcohólico:
escaso amor propio, necesidad de ser necesitado, un fuerte
deseo de cambiar y controlar a los demás, y voluntad de sufrir.
De hecho, todas las características de las mujeres que
aman demasiado por lo general están presentes en las hijas y
esposas de alcohólicos y otros adictos.
Yo ya sabía que los efectos de una niñez pasada intentando
cuidar y proteger a su madre alcohólica habían influido
profundamente en la forma en que Lisa se relacionaría con los
hombres más tarde en su vida. Esperé con paciencia y pronto
comenzó a ofrecerme algunos detalles.
Lisa era la segunda de tres hijos, nacida entre una hermana
mayor que había ocasionado el apresurado matrimonio de sus
padres y un hermano menor que había sido otra sorpresa, nacido ocho años después de Lisa, mientras su madre aún
bebía. Lisa era el producto de su único embarazo planeado.
-Siempre pensé que mi madre era perfecta, tal vez porque
yo necesitaba tanto que lo fuera. La convertí en la madre que
yo quería y luego me dije que yo sería exactamente como ella.
¡En qué fantasía vivía! -Lisa meneó la cabeza y prosiguió.- Yo
nací cuando ella y mi padre estaban más enamorados que
nunca, por eso fui su favorita. Aunque ella decía que nos quería
a todos por igual, yo sabía que era muy especial para ella.
Siempre pasábamos juntas todo el tiempo que podíamos.
Cuando yo era muy pequeña supongo que me cuidaba, pero
después de un tiempo intercambiamos los roles y yo empecé a
cuidarla a ella.
"Mi padre se comportaba de una manera horrible; la mayor
parte del tiempo. La trataba con grosería y perdía todo nuestro
dinero en el juego. Tenía un buen sueldo como ingeniero, pero
nosotros nunca teníamos nada y siempre estábamos
mudándonos.
"¿Sabe? Ese poema describe la forma en que yo quería que
fuera mucho más que cómo era en realidad. Finalmente
comienzo a ver eso. Toda mi vida quise que mi madre fuera la
persona que describe ese poema, pero la mayor parte del
tiempo ella no podía siquiera acercarse a ser mi madre ideal
porque estaba ebria. Siendo muy joven aún, comencé a darle
todo mi amor y todas mis energías, con la esperanza de recibir
lo que necesitaba de ella, de recibir lo que yo estaba dando. -
Lisa hizo una pausa y sus ojos se empañaron un momento.-
Estoy aprendiendo todo esto con la terapia, y a veces duele
mucho ver cómo fue en realidad en lugar de cómo siempre
pensé que podía lograr que fuera.
"Mi madre y yo éramos muy unidas, pero a muy temprana
edad (tanto que ni siquiera recuerdo cuándo sucedió) comencé
a actuar como si yo fuera la madre y ella, la hija. Me
preocupaba por ella y trataba de protegerla de mi padre. Hacía
pequeñeces para alegrarla. Me esforzaba por hacerla feliz
porque ella era todo lo que tenía. Sabía que me quería porque a
menudo me decía que me sentara a su lado y nos quedábamos
así mucho tiempo, muy juntas y sin hablar en realidad,
simplemente abrazadas. Ahora, al recordarlo, me doy cuenta de
que siempre temí por ella, siempre esperando que pasara algo
horrible, algo que yo debía haber sido capaz de evitar si tan sólo hubiese tenido el cuidado suficiente. Es una manera dura
de vivir cuando uno está creciendo, pero nunca conocí otra
cosa. Y tuvo su efecto. Cuando era adolescente, comencé a
tener graves episodios de depresión.
Lisa rió suavemente.
-Lo que más me asustaba de la depresión era que cuando
me sucedía no podía cuidar bien a mi madre. Verá, yo era muy
concienzuda... y tenía tanto miedo de dejarla, aunque fuese
sólo por un momentito. La única forma de dejarla era aferrarme
a otra persona.
Lisa trajo el té en una bandeja laqueada roja y negra y la
colocó en el suelo, delante de nosotras.
-A los diecinueve años, tuve la oportunidad de ir a México
con dos amigas. Era la primera vez que dejaba a mi madre. Nos
quedaríamos tres semanas, y la segunda semana que estuve
allí conocí a aquel mexicano tremendamente apuesto que
hablaba inglés a la perfección y era muy galante y atento
conmigo. En la tercera semana de mis vacaciones, todos los
días me pedía que me casara con él. Decía que estaba
enamorado de mí y que no soportaba la idea de estar sin mí
ahora que me había encontrado. Bueno, quizás ése fuera el
mejor argumento para usar conmigo. Me refiero a que me decía
que me necesitaba, y todo en mí respondía al hecho de ser
necesitada. Además, creo que en algún nivel yo sabía que tenía
que alejarme de mi madre. En casa todo era oscuro,
deprimente y sombrío. Y aquel hombre me prometía una vida
maravillosa. Su familia era adinerada. El tenía una buena
educación. No hacía nada, por lo que yo veía, pero yo creía que
era porque tenían tanto dinero que él no necesitaba trabajar. El
hecho de que él tuviera todo ese dinero y aun así creyera
necesitarme para ser feliz me hacía sentir inmensamente
importante y útil.
"Llamé a mi madre y se lo describí, entusiasmada. Ella me
dijo: "Confío en que tomes la decisión correcta." Pues bien, no
debió hacerlo. Decidí casarme con él, lo cual fue
definitivamente un error. "Verá, yo no tenía idea de lo que
sentía con respecto a nada. No sabía si lo amaba ni si él era lo
que yo quería. Sólo sabía que al fin había alguien que decía que
él me amaba a mí. Yo había salido con muy pocos muchachos,
no sabía casi nada sobre los hombres. Había estado demasiado
ocupada encargándome de las cosas en casa. Estaba tan vacía por dentro, y aquella persona me ofrecía lo que me parecía una
enormidad. Y decía que me amaba. Durante tanto tiempo había
sido yo quien daba amor, y ahora parecía haber llegado mi
turno de recibirlo. Y justo a tiempo. Sabía que estaba casi
totalmente agotada, que no me quedaba nada para dar.
"Bueno, nos casamos de prisa, sin que lo supieran sus
padres. Ahora parece algo muy loco, pero en aquel momento
parecía demostrar lo mucho que me quería... que estaba
dispuesto a desafiar a sus padres con tal de estar conmigo.
Entonces yo pensaba que se rebelaba al casarse conmigo, una
rebelión suficiente para enfurecer a sus padres, pero no tanto
como para que lo echaran. Ahora lo veo de otra manera.
Después de todo, él tenía secretos que guardar respecto de su
identidad y conducta sexuales, y el hecho de tener una esposa
lo hacía parecer más "normal" que el no tenerla. Supongo que
a eso se refería al decir que me necesitaba. Y, por supuesto, yo
fui una elección perfecta, pues al ser estadounidense siempre
resultaría fuera de lugar, sospechosa. Cualquier otra mujer,
especialmente de su propia clase social, al ver lo que yo vi,
tarde o temprano se lo habría dicho a alguien. Entonces toda la
ciudad se habría enterado. Pero ¿a quién iba a decírselo yo?
¿Quién hablaba conmigo? ¿Y quién iba a creerme?
"Sin embargo, no creo que nada de eso haya sido
deliberado o calculado de su parte, como no lo eran mis
motivos para casarme con él. Simplemente encajábamos juntos
y, al principio, pensamos que era amor.
"De todos modos, después de la boda, ¿adivine qué pasó?
¡Tuvimos que ir a vivir con aquella gente que ni siquiera estaba
al tanto de nuestro matrimonio! Oh, fue horrible. Ellos me
odiaban y yo tenía la impresión de que hacía ya cierto tiempo
que estaban enfadados con él. Yo no hablaba una palabra de
español. Todos en su familia sabían hablar inglés, pero no
querían. Yo estaba totalmente desconectada y aislada, y desde
el comienzo tuve mucho miedo. El me dejaba sola por las
noches con mucha frecuencia, de modo que me quedaba en
nuestra habitación y finalmente aprendí a dormirme, hubiera
llegado él o no. Yo ya sabía sufrir. Lo había aprendido en casa.
En cierta forma, creía que ése era el precio que debía pagar por
estar con alguien que me amaba, que eso era lo normal.
"A menudo él regresaba borracho y cariñoso, pero eso era
realmente horrible. Yo podía sentir el perfume de otras mujeres
en él.
"Una noche, yo ya había estado dormida por algún tiempo y
me despertó un ruido. Allí estaba mi esposo, borracho,
admirándose frente al espejo, con mi bata puesta. Le pregunté
qué estaba haciendo y me dijo: "¿No crees que me veo bonito?"
Hizo un gesto femenino y vi que tenía los labios pintados.
"Finalmente, algo se cortó. Supe que tenía que salir de allí.
Hasta entonces había sido desdichada, pero estaba segura de
que la culpa era mía, de que, de alguna manera, yo podía ser
más cariñosa y hacer que él deseara quedarse conmigo, hacer
que sus padres me aceptaran e incluso que me tuvieran cariño.
Estaba dispuesta a esforzarme más, al igual que con mi madre.
Pero eso era diferente. Eso era una locura.
"No tenía dinero ni manera de conseguirlo, entonces al día
siguiente le dije que si no me llevaba a San Diego contaría a
sus padres lo que había hecho. Mentí y le dije que ya había
llamado a mi madre y que ella me esperaba, y que si me
llevaba allá no volvería a molestarlo. No sé de dónde saqué el
coraje, porque en realidad pensaba que él me mataría o algo
así, pero dio resultado. El tenía mucho miedo de que sus
padres se enteraran. Me llevó hasta la frontera sin decir palabra
y me dio dinero para un pasaje en autobús a San Diego y unos
quince dólares. Así fue como terminé en San Diego, en casa de
una amiga. Me quedé allí hasta que conseguí empleo y después
alquilé una vivienda con tres personas más e inicié un estilo de
vida bastante loco.
"A esa altura ya no tenía absolutamente ningún sentimiento
propio. Estaba completamente insensibilizada. Pero seguía
sintiendo aquella tremenda compasión, la cual me metió en
muchos problemas. En los siguientes tres o cuatro años salí con
muchos hombres sólo porque sentía pena por ellos. Tuve suerte
de que las cosas nunca escaparan a mi control. La mayoría de
los hombres con quienes me involucré tenía problemas de
drogas o de alcohol. Los conocía en fiestas u, ocasionalmente,
en bares, y ellos también parecían necesitar que los
comprendiera, que los ayudara, y eso era como un imán para
mí."
La atracción que sentía Lisa hacia esa clase de hombres
tenía sentido perfectamente desde el punto de vista de su historia con su madre. Lo más cercano al hecho de ser amada
que había experimentado Lisa consistía en ser necesitada, de
modo que cuando un hombre parecía necesitarla, en realidad le
estaba ofreciendo amor. No era necesario que fuera amable,
generoso ni cariñoso. El hecho de que estuviera necesitado
bastaba para reavivar los viejos sentimientos que ella ya
conocía e incitar su reacción de proporcionar cuidados.
La historia de Lisa continuaba.
-Mi vida era un desastre, y también la de mi madre. Sería
difícil decir cuál de las dos estaba más enferma. Yo tenía
veinticuatro años cuando mi madre dejó de beber. Lo hizo de la
manera más difícil. Sola en la sala, hizo esa llamada a A.A. y
pidió ayuda. Enviaron a dos personas que hablaron con ella y la
llevaron a una reunión esa tarde. Desde entonces no ha bebido
más.
Lisa sonrió ligeramente por el coraje de su madre.
-Realmente debió de llegar a ser insoportable, porque era
una dama muy orgullosa, demasiado orgullosa para llamar a
menos que estuviera desesperada. Gracias a Dios, yo no estuve
allí para verlo. Seguramente me habría esforzado tanto para
hacerla sentir mejor que ella nunca habría recibido verdadera
ayuda.
"Mi madre había comenzado a beber realmente mucho
cuando yo tenía unos nueve años. Yo volvía de la escuela y ella
estaba tendida en el sofá, dormida, con una botella a su lado.
Mi hermana mayor se enojaba conmigo y me decía que yo no
quería ver la realidad porque jamás admitiría lo mala que era,
pero yo amaba demasiado a mi madre para permitirme siquiera
advertir que ella estaba haciendo algo malo.
"Éramos muy unidas, por eso, cuando las cosas empezaron
a desmoronarse entre ella y papá, quise compensarla. Su
felicidad era para mí lo más importante del mundo. Yo sentía
que tenía que compensarla por las cosas que hacía mi padre y
que la lastimaban, y lo único que yo sabía hacer era ser buena.
Entonces, era buena en todas las maneras en que sabía serlo.
Le preguntaba si necesitaba ayuda con algo. Cocinaba y
limpiaba sin que me lo pidiera. Trataba de no necesitar nada
para mí.
"Pero nada daba resultado. Ahora comprendo que yo
asumía dos fuerzas de increíble poder: el deterioro del
matrimonio de mis padres y el creciente alcoholismo de mi madre. No tenía oportunidad de solucionarlo, pero eso no
evitaba que lo intentara... y que me culpara a mí misma
cuando fracasaba.
"Verá, la infelicidad de mi madre me dolía mucho y sabía
que había áreas en que yo podía mejorar. Mi trabajo en la
escuela, por ejemplo. En eso no me iba demasiado bien porque,
por supuesto, en casa estaba bajo mucha presión, tratando de
cuidar a mi madre, preparando las comidas y finalmente
trabajando afuera para ayudar. En la escuela sólo me quedaban
energías para un trabajo brillante por año. Lo planeaba con
esmero y lo mostraba para que las maestras vieran que no era
idiota. Pero el resto del tiempo apenas pasaba. Ellas decían que
no me esforzaba de verdad. ¡Ja! No sabían cuánto me
esforzaba... para mantener todo bien en casa. Pero mis
calificaciones no eran buenas, y mi padre gritaba y mi madre
lloraba. Yo me culpaba por no ser perfecta. Y seguía
esforzándome más que nunca."
En un hogar gravemente disfuncional como éste, donde hay
dificultades aparentemente insalvables, la familia se concentra
en otros problemas, más simples, que en cierto modo prometen
ser solucionables. De esta manera, el trabajo y las
calificaciones escolares de Lisa se convirtieron en el foco de
atención de todos, inclusive de Lisa misma. La familia
necesitaba creer que ese problema, de ser rectificado, traería
armonía.
Había una intensa presión sobre Lisa. No sólo trataba de
solucionar los problemas de su padre al tiempo que cargaba
con las responsabilidades de su madre, sino que también se la
identificaba como la causa de esa desdicha. Debido a las
proporciones monumentales de su tarea, nunca experimentó el
éxito, a pesar de sus esfuerzos heroicos. Naturalmente, su
sentido del propio valor se resintió en forma terrible.
-Una vez llamé a mi mejor amiga y le dije: "Por favor,
déjame hablarte. Si quieres, puedes leer un libro. Sólo necesito
a alguien del otro lado de la línea." ¡Ni siquiera creía merecer
que alguien escuchara mis problemas! Pero ella me escuchó,
por supuesto. Su padre era un alcohólico en recuperación que
asistía a A.A. Me costaba muchísimo admitir que algo andaba
mal, a menos que la culpa fuese de mi padre. Realmente lo
odiaba.
Lisa y yo bebimos nuestro té en silencio unos momentos
mientras ella luchaba con amargos recuerdos. Cuando pudo
continuar, dijo simplemente:
-Mi padre nos dejó cuando yo tenía dieciséis años. Mi
hermana ya se había ido. Ella tenía tres años más que yo, y en
cuanto cumplió los dieciocho consiguió un empleo de tiempo
completo y se marchó de casa. Entonces quedamos solamente
mi madre, mi hermano y yo. Creo que comenzaba a ceder a la
presión que yo misma me imponía para mantenerla a salvo y
feliz, y para cuidar a mi hermano. Entonces fui a México y me
casé, volví y me divorcié, y después anduve con muchos
hombres durante años.
"Unos cinco meses después de que mi madre ingresó al
programa de A.A., conocí a Gary. El primer día que pasé un
rato con él estaba drogado. Paseamos en el auto con mi amiga,
que lo conocía, y él estaba fumando marihuana. Le agradé y
me agradó, y ambos por separado nos pasamos esa
información a través de mi amiga, de modo que pronto me
llamó y vino a visitarme. Hice que posara para mí mientras yo
lo dibujaba, sólo por diversión, y recuerdo que me sentí
abrumada de sentimientos por él. Era la sensación más
poderosa que había tenido por un hombre.
"Otra vez estaba drogado y, sentado allí, hablando
lentamente (usted sabe, como hablan bajo el efecto de la
"hierba"), y tuve que dejar de dibujar porque mis manos
empezaron a temblar tanto que no podía hacer nada. Sostenía
el block de dibujo inclinado, apoyado sobre mis rodillas, para
que él no pudiera ver cómo me temblaban las manos.
"Hoy sé que a lo que yo reaccionaba era al hecho de que él
hablaba como lo hacía mi madre cuando había estado bebiendo
todo el día. Las mismas pausas largas y palabras
cuidadosamente seleccionadas que salían como demasiado
recalcadas. Todo el amor y el cariño que yo sentía por mi
madre se combinaban con mi atracción física hacia él como
hombre apuesto. Pero por entonces yo no tenía idea de por qué
estaba reaccionando así; entonces, por supuesto, lo llamé
amor."
El hecho de que la atracción de Lisa hacia Gary y su
relación con él empezaran tan poco tiempo después de que su
madre dejara de beber no fue una casualidad. El vínculo que
unía a ambas mujeres nunca se había cortado. Aun cuando las separaba una considerable distancia geográfica, su madre
siempre había sido la primera responsabilidad y el vínculo más
profundo para Lisa. Cuando la joven comprendió que su madre
estaba cambiando, que se estaba recuperando de su
alcoholismo sin su ayuda, reaccionó por miedo a que no la
necesitaran. Pronto, Lisa estableció una nueva relación de
profundidad con otro individuo adicto. Después de su
matrimonio, sus relaciones con los hombres habían sido
superficiales, hasta que llegó la sobriedad de su madre. Se
"enamoró" de un adicto cuando su madre recurrió a Alcohólicos
Anónimos en busca de ayuda y apoyo para recuperarse. Lisa
necesitaba una relación con una persona activamente adicta
para sentirse "normal".
Lisa siguió describiendo la relación de seis años que tuvo
con Gary. Gary se mudó al apartamento de ella casi de
inmediato y dejó en claro, durante sus primeras semanas
juntos, que en caso de que alguna vez tuvieran que elegir entre
comprar droga y pagar el alquiler, para él la droga siempre
estaría primero. Sin embargo, Lisa estaba segura de que
cambiaría, que llegaría á valorar lo que tenían juntos y querría
preservarlo. Estaba segura de que podría hacer que la amara
como ella lo amaba.
Gary rara vez trabajaba y cuando lo hacía, fiel a su palabra,
utilizaba sus ingresos para pagar la marihuana o el hachís más
costosos. Al principio Lisa lo acompañó en el consumo de
drogas, pero al ver que interfería con su capacidad de ganarse
la vida lo dejó. Después de todo, era responsable por mantener
a ambos, y tomaba su responsabilidad en serio. Cada vez que
pensaba en decir a Gary que se marchara -después de que él
había vuelto a sacarle dinero del bolso o cuando al volver,
exhausta, del trabajo, encontraba una fiesta en el apartamento,
o cuando él no había venido a casa en toda la noche- él
compraba una bolsa de comida o la esperaba con la cena lista o
le decía que había comprado un poco de cocaína especialmente
para compartirla con ella, y la decisión de Lisa se esfumaba
mientras se decía a sí misma que, después de todo, Gary la
amaba.
Las historias que él le contaba de su niñez la hacían llorar
de pena, y Lisa estaba segura de que, si lo amaba lo suficiente,
podría compensarlo por todo lo que había sufrido. Sentía que
no debía culparlo ni hacerlo responsable de su comportamiento, puesto que lo habían dañado cuando niño, y al concentrarse en
remediar el pasado de Gary llegaba a olvidar su propio doloroso
pasado.
Una vez, durante una discusión en que ella se negó a darle
un cheque que le había enviado su padre como regalo de
cumpleaños, Gary clavó un cuchillo en todos los cuadros del
apartamento.
Lisa prosiguió con su historia.
-En ese entonces estaba tan enferma que llegué a pensar:
"La culpa es mía; no debí hacer que se enojara tanto." Seguía
culpándome por todo, tratando de reparar lo irreparable.
"El día siguiente fue un sábado. Gary había salido un rato y
yo estaba limpiando todo, llorando y tirando las pinturas de tres
años. Tenía el televisor encendido para distraerme, Y estaban
entrevistando a una mujer que había sido golpeada por su
esposo. No se le veía la cara, pero hablaba de cómo había sido
su vida y describió algunas escenas bastante horribles y
después dijo: "No me parecía tan malo porque yo aún podía
soportarlo."
Lisa meneó la cabeza lentamente.
-Eso es lo que yo estaba haciendo: seguía en aquella
situación terrible porque aún podía soportarla. Cuando oí a esa
mujer, dije en voz alta: "¡Pero tú mereces algo más de lo peor
que puedas soportar!" Y de pronto me oí y empecé a llorar
mucho porque comprendí que yo también. Yo merecía más que
el dolor y la frustración Y la pérdida y el caos. Con cada pintura
arruinada me dije: "Ya no viviré así."
Cuando Gary volvió, sus cosas estaban empacadas,
esperándolo afuera. Lisa había llamado a su mejor amiga, que
había traído a su esposo, y esta pareja ayudó a Lisa a tener el
coraje de decir a Gary que se marchara.
-No hubo una escena porque estaban mis amigos, por eso
simplemente se marchó. Más tarde empezó a llamarme y a
amenazarme, pero yo no reaccionaba de ninguna manera, de
modo que después de un tiempo se dio por vencido.
"Sin embargo, quiero que entienda que no lo hice sola; me
refiero a no reaccionar. Esa tarde, cuando todo había pasado,
llamé a mi madre y le conté todo. Ella me dijo que comenzara a
ir a las reuniones de A.A. para hijos adultos de alcohólicos.
Solamente le hice caso porque estaba sufriendo demasiado."
Se trata de una comunidad de parientes y amigos de
alcohólicos que se reúnen para ayudarse entre sí y a sí mismos
a recuperarse de su obsesión por el alcohólico que hay en sus
vidas. Las reuniones de hijos adultos son para hijos de
alcohólicos que desean recuperarse de los efectos de haber
vivido con el alcoholismo cuando niños. Esos efectos incluyen la
mayoría de las características de amar demasiado.
-Entonces comencé a entenderme. Gary, para mí, era lo
que el alcohol había sido para mi madre: era una droga de la
que yo no podía prescindir. Hasta el día en que lo eché,
siempre me había aterrado la idea de que se marchara, por eso
hacía todo cuanto podía para complacerlo. Hice todas las cosas
que había hecho cuando niña: trabajar duro, ser buena, no
pedir nada para mí y encargarme de lo que era responsabilidad
de otro.
"Como el sacrificio propio siempre había sido mi patrón de
vida, no habría sabido quién era yo sin alguien a quien ayudar
o algún sufrimiento que soportar."
El profundo apego de Lisa a su madre y el gran sacrificio de
sus propias necesidades que requería ese vínculo la prepararon
para posteriores relaciones de pareja que involucraban
sufrimientos más que cualquier tipo de realización personal.
Cuando niña, ella había tomado una profunda decisión de
rectificar cualquier dificultad en la vida de su madre a través
del poder de su propio amor y desinterés.
Esa decisión pronto se volvió inconsciente, pero continuó
impulsándola. Totalmente desacostumbrada a evaluar formas
de asegurar su propio bienestar pero experta en promover el
bienestar de los demás, asumía relaciones que prometían otra
oportunidad de enmendarlo todo para otra persona mediante la
fuerza de su amor. Fiel a su historia, el hecho de no ganar ese
amor a través de sus esfuerzos sólo la hacía esforzarse más.
Gary, con su adicción, su dependencia emocional y su
crueldad, combinaba todos los peores atributos de la madre y
el padre de Lisa. Irónicamente, eso explicaba su atracción hacia
él. Si la relación que tuvimos con nuestros padres fue
esencialmente sana, con expresiones adecuadas de afecto,
interés y aprobación, entonces, como adultas, tendemos a
sentirnos cómodas con las personas que engendran
sentimientos similares de seguridad, calidez y una dignidad
positiva. Más aun, tendemos a evitar a la gente que nos hace sentir menos positivas con respecto a nosotras mismas a través
de sus críticas o de su manipulación para con nosotras. Su
conducta nos resultará repelente.
Sin embargo, si nuestros padres se relacionaron con
nosotras en forma hostil, crítica, cruel, manipuladora,
dictatorial, demasiado dependiente, o en otras formas
inadecuadas, eso es lo que nos parecerá "correcto" cuando
conozcamos a alguien que exprese, quizá de manera muy sutil,
matices de las mismas actitudes y conductas. Nos sentiremos
cómodas con personas con quienes se recrean nuestros
patrones infelices de relación, y tal vez nos sentiremos
incómodas e inquietas con individuos más apacibles, más
amables o más sanos en otros aspectos. O bien, debido al
desafío de intentar cambiar a alguien a fin de hacer feliz a esa
persona o de ganar afecto o aprobación reprimidos, tal vez
simplemente nos sintamos aburridas con la gente más sana. A
menudo el aburrimiento encubre sentimientos leves a intensos
de malestar, que las mujeres que aman demasiado tienden a
sentir cuando no están en el ya conocido rol de ayudar, esperar
y prestar más atención al bienestar ajeno que al propio. En la
mayoría de los hijos de alcohólicos, como también en los de
otras clases de hogares disfuncionales, hay una fascinación con
las personas que implican problemas y una adicción a la
excitación, especialmente a la excitación negativa. Si el drama
y el caos siempre estuvieron presentes en nuestra vida y si,
como sucede con tanta frecuencia, nos vimos forzados a negar
muchos de nuestros sentimientos mientras crecíamos, a
menudo necesitaremos acontecimientos dramáticos para poder
engendrar un sentimiento. De esta manera, necesitamos la
excitación que nos proporcionan la incertidumbre, el dolor, la
decepción y la lucha sólo para sentirnos vivos.
Lisa concluyó su historia.
- La paz y la tranquilidad de mi vida después de la partida
de Gary me enloquecían. Necesité todo mi esfuerzo para no
llamarlo y volver a empezarlo todo. Pero poco a poco me fui
acostumbrando a una vida más normal.
"Ahora no estoy saliendo con nadie. Sé que todavía estoy
demasiado enferma para tener una relación saludable con un
hombre. Sé que saldría a buscar otro Gary. Por eso, por
primera vez, mi proyecto seré yo misma en lugar de tratar de
cambiar a otra persona."
Lisa, en relación con Gary, al igual que su madre en
relación con el alcohol, sufría un proceso de enfermedad, una
compulsión destructiva sobre la cual ella sola no ejercía control
alguno. Tal como su madre había desarrollado una adicción al
alcohol y era incapaz de dejar de beber por sus propios medios,
Lisa había desarrollado lo que también era una relación adictiva
con Gary. No hago esta analogía ni empleo la palabra adictiva a
la ligera al comparar la situación de ambas mujeres. La madre
de Lisa se había vuelto dependiente de una droga, el alcohol,
para evitar experimentar la intensa angustia y la desesperación
que le producía su situación en la vida. Cuanto más utilizaba el
alcohol para evitar sentir el dolor, más obraba la droga en su
sistema nervioso para producir los mismos sentimientos que
ella quería evitar. En última instancia, el alcohol aumentaba su
dolor en vez de disminuirlo. Entonces, por supuesto, bebía más
aun. Así fue como entró en la espiral de la adicción.
Lisa también trataba de evitar la angustia y la
desesperación. Sufría una profunda depresión subyacente,
cuyas raíces se remontaban a su dolorosa infancia. Esa
depresión subyacente constituye un factor común en los hijos
de todo tipo de hogares gravemente disfuncionales, y sus
maneras de enfrentarla o, lo que es más típico, de evitarla,
varían según el sexo, la disposición y el rol que tuvieron en la
familia durante la niñez. Cuando llegan a la adolescencia,
muchas jóvenes, como Lisa, mantienen su depresión a raya
desarrollando el estilo de amar demasiado. Al desarrollar
relaciones caóticas pero estimulantes, que las distraen, con
hombres inadecuados, están demasiado excitadas para
hundirse en la depresión que está latente justo por debajo del
nivel de la conciencia.
De esta manera, un hombre cruel, indiferente, deshonesto
o difícil en otros aspectos se convierte, para esas mujeres, en el
equivalente de una droga, y crea así un medio de evitar sus
propios sentimientos, en la misma forma que el alcohol y otras
sustancias que alteran el estado de ánimo crean en los
drogadictos una vía de escape temporaria, de la que no se
atreven a separarse. Tal como sucede con el alcohol y las
drogas, estas relaciones inmanejables que proporcionan la
distracción necesaria también acarrean su carga de dolor. En
un paralelo con el desarrollo de la enfermedad del alcoholismo, la dependencia en la relación se profundiza hasta el punto de la
adicción. El hecho de estar sin la relación -es decir, estar sola
con una misma- se puede experimentar como algo peor que el
mayor sufrimiento producido por la relación, porque estar sola
significa sentir el nuevo despertar del gran dolor del pasado
combinado con el del presente.
Las dos adicciones son paralelas en ese aspecto, e
igualmente difíciles de vencer. La adicción de una mujer a su
pareja o a una serie de parejas inapropiadas puede deber su
génesis a una variedad de problemas familiares. Aunque resulte
irónico, los hijos adultos de alcohólicos tienen más suerte que
los de otros antecedentes disfuncionales porque, al menos en
las grandes ciudades, a menudo existen grupos de Alcohólicos
Anónimos para apoyarlos mientras tratan de solucionar sus
problemas con el amor propio y con las relaciones.
La recuperación de una adicción a una relación implica
conseguir ayuda de un grupo de apoyo adecuado a fin de
quebrar el ciclo de la adicción y de aprender a buscar
sentimientos de valor propio y bienestar en otras fuentes, no
en un hombre incapaz de fomentar esos sentimientos. La clave
radica en aprender a vivir una vida sana, satisfactoria y serena
sin depender de otra persona para ser feliz.
Es triste, pero para quienes están enredados en relaciones
adictivas y quienes están atrapados en la telaraña de la
adicción química, la convicción de que pueden manejar el
problema por sí solos a menudo evita que busquen ayuda y,
por lo tanto, anula la posibilidad de recuperación.
Debido a esa convicción -"puedo hacerlo solo"- a veces las
cosas deben empeorar mucho antes de que puedan empezar a
mejorar para tanta gente que lucha con alguna de esas
enfermedades de adicción. La vida de Lisa tuvo que llegar a ser
irremediablemente inmanejable para que ella pudiera admitir
que necesitaba ayuda para vencer su adicción al dolor.
Por otra parte, no la ayudaba el hecho de que nuestra
cultura otorga un viso romántico al sufrimiento por amor y a la
adicción a una relación. Desde las canciones populares hasta la
ópera, desde la literatura clásica hasta los romances
arlequinescos, desde las telenovelas diarias hasta los filmes y
obras de teatro aclamadas por la crítica, estamos rodeados por
innumerables ejemplos de relaciones inmaduras e
insatisfactorias que se ven glorificadas y ensalzadas. Una y otra vez, esos modelos culturales nos inculcan que la profundidad
del amor se puede medir por el dolor que causa y que aquellos
que sufren de verdad, aman de verdad. Cuando un cantante
canta con voz suave y melancólica acerca de no poder dejar de
amar a alguien a pesar de lo mucho que eso lo hace sufrir, hay
algo en nosotros -tal vez a fuerza de vernos repetidamente
expuestos a ese punto de vista- que acepta que lo que expresa
el cantante es lo correcto. Aceptamos que ese sufrimiento es
parte natural del amor y que la voluntad de sufrir por amor es
un rasgo positivo en lugar de negativo.
Existen muy pocos modelos de personas que se relacionan
con sus pares en forma sana, madura, honesta, no
manipuladora y no explotadora, y esto quizá se deba a dos
razones. En primer lugar, con toda sinceridad, tales relaciones
son bastante escasas en la vida real. En segundo lugar, dado
que la calidad de la interacción emocional en las relaciones
sanas a menudo es mucho mas sutil que el flagrante drama de
las relaciones insatisfactorias, su potencial "dramático tiende a
ser pasado por alto en la literatura, el teatro y las canciones. Si
nos vemos acosados por estilos perjudiciales de relacionamos,
tal vez sea porque eso es casi todo lo que vemos y sabemos.
Debido a la escasez de ejemplos de amor maduro y
comunicación sana en los medios, durante años he tenido la
fantasía de escribir un episodio de cada una de las telenovelas
principales. En mi episodio, todos los personajes se
comunicarían en forma honesta, cariñosa y no a la defensiva.
No habría mentiras, ni secretos, ni manipulaciones, nadie que
estuviera dispuesto a ser la víctima de otra persona y nadie
sería el victimario. En cambio, los espectadores que vieran el
episodio de ese día verían personas comprometidas en tener
relaciones sanas entre si, sobre la base de la genuina
comunicación.
Este estilo de relación no sólo se opondría mucho al
formato normal de esos programas sino que además ilustraría,
por medio del extremo contraste, lo saturados que estamos de
las representaciones de explotación, manipulación, sarcasmo,
búsquedas de venganza, trampas deliberadas, celos, mentiras,
amenazas, coerción, etc.; ninguna de estas cosas contribuye a
una interacción saludable. Cuando uno piensa en el efecto que
tendría un segmento que presentara una comunicación honesta
y un amor maduro sobre la calidad de estas sagas, hay que
considerar también el efecto que tendría la misma alteración en
la vida de cada uno de nosotros.
Todo sucede en un contexto, inclusive nuestra forma de
amar. Necesitamos tener conciencia de los defectos nocivos de
nuestra visión social del amor y resistimos a la inmadurez
superficial y contraproducente en las relaciones personales que
ésta idealiza. Necesitamos desarrollar conscientemente una
forma de relacionamos más madura y abierta que la que parece
apoyar nuestro medio cultural, para poder cambiar el torbellino
y la excitación por una intimidad más profunda.
apartamento hacía también las veces de estudio de arte, señaló
el poema y rió con jovialidad.
-Es demasiado, ¿verdad? ¡Tan cursi!
Pero sus siguientes palabras delataron un sentimiento más
profundo.
-Lo rescaté cuando una amiga mía se mudó; ella iba a
tirarlo. Lo había comprado como broma en una tienda barata.
Pero yo creo que tiene algo de verdad, ¿no le parece? -Volvió a
reír y agregó con tristeza: - El hecho de amar a mi madre me
ha traído muchos problemas con los hombres.
En ese punto, Lisa hizo una pausa y reflexionó. Alta, de
grandes ojos verdes y cabello oscuro largo y lacio, era una
belleza. Me indicó que me sentara en un colchón cubierto por
una manta que estaba en un rincón relativamente más
despejado del suelo y me ofreció té. Mientras lo preparaba,
guardó silencio unos instantes.
Lisa había acudido a mi atención por medio de una amiga
mutua que me había contado parte de su historia. Por haber
crecido con el alcoholismo en su familia, Lisa era co-alcohólica.
La palabra co-alcohólico simplemente se refiere a alguien que
ha desarrollado un patrón dañino de relacionarse con los demás
como consecuencia de haber estado involucrado de cerca con
alguien que padece la enfermedad del alcoholismo. Ya sea que
el alcohólico haya sido uno de sus padres, un cónyuge, hijo o
amigo, la relación por lo general provoca el desarrollo de
ciertos sentimientos y ciertas conductas en el co-alcohólico:
escaso amor propio, necesidad de ser necesitado, un fuerte
deseo de cambiar y controlar a los demás, y voluntad de sufrir.
De hecho, todas las características de las mujeres que
aman demasiado por lo general están presentes en las hijas y
esposas de alcohólicos y otros adictos.
Yo ya sabía que los efectos de una niñez pasada intentando
cuidar y proteger a su madre alcohólica habían influido
profundamente en la forma en que Lisa se relacionaría con los
hombres más tarde en su vida. Esperé con paciencia y pronto
comenzó a ofrecerme algunos detalles.
Lisa era la segunda de tres hijos, nacida entre una hermana
mayor que había ocasionado el apresurado matrimonio de sus
padres y un hermano menor que había sido otra sorpresa, nacido ocho años después de Lisa, mientras su madre aún
bebía. Lisa era el producto de su único embarazo planeado.
-Siempre pensé que mi madre era perfecta, tal vez porque
yo necesitaba tanto que lo fuera. La convertí en la madre que
yo quería y luego me dije que yo sería exactamente como ella.
¡En qué fantasía vivía! -Lisa meneó la cabeza y prosiguió.- Yo
nací cuando ella y mi padre estaban más enamorados que
nunca, por eso fui su favorita. Aunque ella decía que nos quería
a todos por igual, yo sabía que era muy especial para ella.
Siempre pasábamos juntas todo el tiempo que podíamos.
Cuando yo era muy pequeña supongo que me cuidaba, pero
después de un tiempo intercambiamos los roles y yo empecé a
cuidarla a ella.
"Mi padre se comportaba de una manera horrible; la mayor
parte del tiempo. La trataba con grosería y perdía todo nuestro
dinero en el juego. Tenía un buen sueldo como ingeniero, pero
nosotros nunca teníamos nada y siempre estábamos
mudándonos.
"¿Sabe? Ese poema describe la forma en que yo quería que
fuera mucho más que cómo era en realidad. Finalmente
comienzo a ver eso. Toda mi vida quise que mi madre fuera la
persona que describe ese poema, pero la mayor parte del
tiempo ella no podía siquiera acercarse a ser mi madre ideal
porque estaba ebria. Siendo muy joven aún, comencé a darle
todo mi amor y todas mis energías, con la esperanza de recibir
lo que necesitaba de ella, de recibir lo que yo estaba dando. -
Lisa hizo una pausa y sus ojos se empañaron un momento.-
Estoy aprendiendo todo esto con la terapia, y a veces duele
mucho ver cómo fue en realidad en lugar de cómo siempre
pensé que podía lograr que fuera.
"Mi madre y yo éramos muy unidas, pero a muy temprana
edad (tanto que ni siquiera recuerdo cuándo sucedió) comencé
a actuar como si yo fuera la madre y ella, la hija. Me
preocupaba por ella y trataba de protegerla de mi padre. Hacía
pequeñeces para alegrarla. Me esforzaba por hacerla feliz
porque ella era todo lo que tenía. Sabía que me quería porque a
menudo me decía que me sentara a su lado y nos quedábamos
así mucho tiempo, muy juntas y sin hablar en realidad,
simplemente abrazadas. Ahora, al recordarlo, me doy cuenta de
que siempre temí por ella, siempre esperando que pasara algo
horrible, algo que yo debía haber sido capaz de evitar si tan sólo hubiese tenido el cuidado suficiente. Es una manera dura
de vivir cuando uno está creciendo, pero nunca conocí otra
cosa. Y tuvo su efecto. Cuando era adolescente, comencé a
tener graves episodios de depresión.
Lisa rió suavemente.
-Lo que más me asustaba de la depresión era que cuando
me sucedía no podía cuidar bien a mi madre. Verá, yo era muy
concienzuda... y tenía tanto miedo de dejarla, aunque fuese
sólo por un momentito. La única forma de dejarla era aferrarme
a otra persona.
Lisa trajo el té en una bandeja laqueada roja y negra y la
colocó en el suelo, delante de nosotras.
-A los diecinueve años, tuve la oportunidad de ir a México
con dos amigas. Era la primera vez que dejaba a mi madre. Nos
quedaríamos tres semanas, y la segunda semana que estuve
allí conocí a aquel mexicano tremendamente apuesto que
hablaba inglés a la perfección y era muy galante y atento
conmigo. En la tercera semana de mis vacaciones, todos los
días me pedía que me casara con él. Decía que estaba
enamorado de mí y que no soportaba la idea de estar sin mí
ahora que me había encontrado. Bueno, quizás ése fuera el
mejor argumento para usar conmigo. Me refiero a que me decía
que me necesitaba, y todo en mí respondía al hecho de ser
necesitada. Además, creo que en algún nivel yo sabía que tenía
que alejarme de mi madre. En casa todo era oscuro,
deprimente y sombrío. Y aquel hombre me prometía una vida
maravillosa. Su familia era adinerada. El tenía una buena
educación. No hacía nada, por lo que yo veía, pero yo creía que
era porque tenían tanto dinero que él no necesitaba trabajar. El
hecho de que él tuviera todo ese dinero y aun así creyera
necesitarme para ser feliz me hacía sentir inmensamente
importante y útil.
"Llamé a mi madre y se lo describí, entusiasmada. Ella me
dijo: "Confío en que tomes la decisión correcta." Pues bien, no
debió hacerlo. Decidí casarme con él, lo cual fue
definitivamente un error. "Verá, yo no tenía idea de lo que
sentía con respecto a nada. No sabía si lo amaba ni si él era lo
que yo quería. Sólo sabía que al fin había alguien que decía que
él me amaba a mí. Yo había salido con muy pocos muchachos,
no sabía casi nada sobre los hombres. Había estado demasiado
ocupada encargándome de las cosas en casa. Estaba tan vacía por dentro, y aquella persona me ofrecía lo que me parecía una
enormidad. Y decía que me amaba. Durante tanto tiempo había
sido yo quien daba amor, y ahora parecía haber llegado mi
turno de recibirlo. Y justo a tiempo. Sabía que estaba casi
totalmente agotada, que no me quedaba nada para dar.
"Bueno, nos casamos de prisa, sin que lo supieran sus
padres. Ahora parece algo muy loco, pero en aquel momento
parecía demostrar lo mucho que me quería... que estaba
dispuesto a desafiar a sus padres con tal de estar conmigo.
Entonces yo pensaba que se rebelaba al casarse conmigo, una
rebelión suficiente para enfurecer a sus padres, pero no tanto
como para que lo echaran. Ahora lo veo de otra manera.
Después de todo, él tenía secretos que guardar respecto de su
identidad y conducta sexuales, y el hecho de tener una esposa
lo hacía parecer más "normal" que el no tenerla. Supongo que
a eso se refería al decir que me necesitaba. Y, por supuesto, yo
fui una elección perfecta, pues al ser estadounidense siempre
resultaría fuera de lugar, sospechosa. Cualquier otra mujer,
especialmente de su propia clase social, al ver lo que yo vi,
tarde o temprano se lo habría dicho a alguien. Entonces toda la
ciudad se habría enterado. Pero ¿a quién iba a decírselo yo?
¿Quién hablaba conmigo? ¿Y quién iba a creerme?
"Sin embargo, no creo que nada de eso haya sido
deliberado o calculado de su parte, como no lo eran mis
motivos para casarme con él. Simplemente encajábamos juntos
y, al principio, pensamos que era amor.
"De todos modos, después de la boda, ¿adivine qué pasó?
¡Tuvimos que ir a vivir con aquella gente que ni siquiera estaba
al tanto de nuestro matrimonio! Oh, fue horrible. Ellos me
odiaban y yo tenía la impresión de que hacía ya cierto tiempo
que estaban enfadados con él. Yo no hablaba una palabra de
español. Todos en su familia sabían hablar inglés, pero no
querían. Yo estaba totalmente desconectada y aislada, y desde
el comienzo tuve mucho miedo. El me dejaba sola por las
noches con mucha frecuencia, de modo que me quedaba en
nuestra habitación y finalmente aprendí a dormirme, hubiera
llegado él o no. Yo ya sabía sufrir. Lo había aprendido en casa.
En cierta forma, creía que ése era el precio que debía pagar por
estar con alguien que me amaba, que eso era lo normal.
"A menudo él regresaba borracho y cariñoso, pero eso era
realmente horrible. Yo podía sentir el perfume de otras mujeres
en él.
"Una noche, yo ya había estado dormida por algún tiempo y
me despertó un ruido. Allí estaba mi esposo, borracho,
admirándose frente al espejo, con mi bata puesta. Le pregunté
qué estaba haciendo y me dijo: "¿No crees que me veo bonito?"
Hizo un gesto femenino y vi que tenía los labios pintados.
"Finalmente, algo se cortó. Supe que tenía que salir de allí.
Hasta entonces había sido desdichada, pero estaba segura de
que la culpa era mía, de que, de alguna manera, yo podía ser
más cariñosa y hacer que él deseara quedarse conmigo, hacer
que sus padres me aceptaran e incluso que me tuvieran cariño.
Estaba dispuesta a esforzarme más, al igual que con mi madre.
Pero eso era diferente. Eso era una locura.
"No tenía dinero ni manera de conseguirlo, entonces al día
siguiente le dije que si no me llevaba a San Diego contaría a
sus padres lo que había hecho. Mentí y le dije que ya había
llamado a mi madre y que ella me esperaba, y que si me
llevaba allá no volvería a molestarlo. No sé de dónde saqué el
coraje, porque en realidad pensaba que él me mataría o algo
así, pero dio resultado. El tenía mucho miedo de que sus
padres se enteraran. Me llevó hasta la frontera sin decir palabra
y me dio dinero para un pasaje en autobús a San Diego y unos
quince dólares. Así fue como terminé en San Diego, en casa de
una amiga. Me quedé allí hasta que conseguí empleo y después
alquilé una vivienda con tres personas más e inicié un estilo de
vida bastante loco.
"A esa altura ya no tenía absolutamente ningún sentimiento
propio. Estaba completamente insensibilizada. Pero seguía
sintiendo aquella tremenda compasión, la cual me metió en
muchos problemas. En los siguientes tres o cuatro años salí con
muchos hombres sólo porque sentía pena por ellos. Tuve suerte
de que las cosas nunca escaparan a mi control. La mayoría de
los hombres con quienes me involucré tenía problemas de
drogas o de alcohol. Los conocía en fiestas u, ocasionalmente,
en bares, y ellos también parecían necesitar que los
comprendiera, que los ayudara, y eso era como un imán para
mí."
La atracción que sentía Lisa hacia esa clase de hombres
tenía sentido perfectamente desde el punto de vista de su historia con su madre. Lo más cercano al hecho de ser amada
que había experimentado Lisa consistía en ser necesitada, de
modo que cuando un hombre parecía necesitarla, en realidad le
estaba ofreciendo amor. No era necesario que fuera amable,
generoso ni cariñoso. El hecho de que estuviera necesitado
bastaba para reavivar los viejos sentimientos que ella ya
conocía e incitar su reacción de proporcionar cuidados.
La historia de Lisa continuaba.
-Mi vida era un desastre, y también la de mi madre. Sería
difícil decir cuál de las dos estaba más enferma. Yo tenía
veinticuatro años cuando mi madre dejó de beber. Lo hizo de la
manera más difícil. Sola en la sala, hizo esa llamada a A.A. y
pidió ayuda. Enviaron a dos personas que hablaron con ella y la
llevaron a una reunión esa tarde. Desde entonces no ha bebido
más.
Lisa sonrió ligeramente por el coraje de su madre.
-Realmente debió de llegar a ser insoportable, porque era
una dama muy orgullosa, demasiado orgullosa para llamar a
menos que estuviera desesperada. Gracias a Dios, yo no estuve
allí para verlo. Seguramente me habría esforzado tanto para
hacerla sentir mejor que ella nunca habría recibido verdadera
ayuda.
"Mi madre había comenzado a beber realmente mucho
cuando yo tenía unos nueve años. Yo volvía de la escuela y ella
estaba tendida en el sofá, dormida, con una botella a su lado.
Mi hermana mayor se enojaba conmigo y me decía que yo no
quería ver la realidad porque jamás admitiría lo mala que era,
pero yo amaba demasiado a mi madre para permitirme siquiera
advertir que ella estaba haciendo algo malo.
"Éramos muy unidas, por eso, cuando las cosas empezaron
a desmoronarse entre ella y papá, quise compensarla. Su
felicidad era para mí lo más importante del mundo. Yo sentía
que tenía que compensarla por las cosas que hacía mi padre y
que la lastimaban, y lo único que yo sabía hacer era ser buena.
Entonces, era buena en todas las maneras en que sabía serlo.
Le preguntaba si necesitaba ayuda con algo. Cocinaba y
limpiaba sin que me lo pidiera. Trataba de no necesitar nada
para mí.
"Pero nada daba resultado. Ahora comprendo que yo
asumía dos fuerzas de increíble poder: el deterioro del
matrimonio de mis padres y el creciente alcoholismo de mi madre. No tenía oportunidad de solucionarlo, pero eso no
evitaba que lo intentara... y que me culpara a mí misma
cuando fracasaba.
"Verá, la infelicidad de mi madre me dolía mucho y sabía
que había áreas en que yo podía mejorar. Mi trabajo en la
escuela, por ejemplo. En eso no me iba demasiado bien porque,
por supuesto, en casa estaba bajo mucha presión, tratando de
cuidar a mi madre, preparando las comidas y finalmente
trabajando afuera para ayudar. En la escuela sólo me quedaban
energías para un trabajo brillante por año. Lo planeaba con
esmero y lo mostraba para que las maestras vieran que no era
idiota. Pero el resto del tiempo apenas pasaba. Ellas decían que
no me esforzaba de verdad. ¡Ja! No sabían cuánto me
esforzaba... para mantener todo bien en casa. Pero mis
calificaciones no eran buenas, y mi padre gritaba y mi madre
lloraba. Yo me culpaba por no ser perfecta. Y seguía
esforzándome más que nunca."
En un hogar gravemente disfuncional como éste, donde hay
dificultades aparentemente insalvables, la familia se concentra
en otros problemas, más simples, que en cierto modo prometen
ser solucionables. De esta manera, el trabajo y las
calificaciones escolares de Lisa se convirtieron en el foco de
atención de todos, inclusive de Lisa misma. La familia
necesitaba creer que ese problema, de ser rectificado, traería
armonía.
Había una intensa presión sobre Lisa. No sólo trataba de
solucionar los problemas de su padre al tiempo que cargaba
con las responsabilidades de su madre, sino que también se la
identificaba como la causa de esa desdicha. Debido a las
proporciones monumentales de su tarea, nunca experimentó el
éxito, a pesar de sus esfuerzos heroicos. Naturalmente, su
sentido del propio valor se resintió en forma terrible.
-Una vez llamé a mi mejor amiga y le dije: "Por favor,
déjame hablarte. Si quieres, puedes leer un libro. Sólo necesito
a alguien del otro lado de la línea." ¡Ni siquiera creía merecer
que alguien escuchara mis problemas! Pero ella me escuchó,
por supuesto. Su padre era un alcohólico en recuperación que
asistía a A.A. Me costaba muchísimo admitir que algo andaba
mal, a menos que la culpa fuese de mi padre. Realmente lo
odiaba.
Lisa y yo bebimos nuestro té en silencio unos momentos
mientras ella luchaba con amargos recuerdos. Cuando pudo
continuar, dijo simplemente:
-Mi padre nos dejó cuando yo tenía dieciséis años. Mi
hermana ya se había ido. Ella tenía tres años más que yo, y en
cuanto cumplió los dieciocho consiguió un empleo de tiempo
completo y se marchó de casa. Entonces quedamos solamente
mi madre, mi hermano y yo. Creo que comenzaba a ceder a la
presión que yo misma me imponía para mantenerla a salvo y
feliz, y para cuidar a mi hermano. Entonces fui a México y me
casé, volví y me divorcié, y después anduve con muchos
hombres durante años.
"Unos cinco meses después de que mi madre ingresó al
programa de A.A., conocí a Gary. El primer día que pasé un
rato con él estaba drogado. Paseamos en el auto con mi amiga,
que lo conocía, y él estaba fumando marihuana. Le agradé y
me agradó, y ambos por separado nos pasamos esa
información a través de mi amiga, de modo que pronto me
llamó y vino a visitarme. Hice que posara para mí mientras yo
lo dibujaba, sólo por diversión, y recuerdo que me sentí
abrumada de sentimientos por él. Era la sensación más
poderosa que había tenido por un hombre.
"Otra vez estaba drogado y, sentado allí, hablando
lentamente (usted sabe, como hablan bajo el efecto de la
"hierba"), y tuve que dejar de dibujar porque mis manos
empezaron a temblar tanto que no podía hacer nada. Sostenía
el block de dibujo inclinado, apoyado sobre mis rodillas, para
que él no pudiera ver cómo me temblaban las manos.
"Hoy sé que a lo que yo reaccionaba era al hecho de que él
hablaba como lo hacía mi madre cuando había estado bebiendo
todo el día. Las mismas pausas largas y palabras
cuidadosamente seleccionadas que salían como demasiado
recalcadas. Todo el amor y el cariño que yo sentía por mi
madre se combinaban con mi atracción física hacia él como
hombre apuesto. Pero por entonces yo no tenía idea de por qué
estaba reaccionando así; entonces, por supuesto, lo llamé
amor."
El hecho de que la atracción de Lisa hacia Gary y su
relación con él empezaran tan poco tiempo después de que su
madre dejara de beber no fue una casualidad. El vínculo que
unía a ambas mujeres nunca se había cortado. Aun cuando las separaba una considerable distancia geográfica, su madre
siempre había sido la primera responsabilidad y el vínculo más
profundo para Lisa. Cuando la joven comprendió que su madre
estaba cambiando, que se estaba recuperando de su
alcoholismo sin su ayuda, reaccionó por miedo a que no la
necesitaran. Pronto, Lisa estableció una nueva relación de
profundidad con otro individuo adicto. Después de su
matrimonio, sus relaciones con los hombres habían sido
superficiales, hasta que llegó la sobriedad de su madre. Se
"enamoró" de un adicto cuando su madre recurrió a Alcohólicos
Anónimos en busca de ayuda y apoyo para recuperarse. Lisa
necesitaba una relación con una persona activamente adicta
para sentirse "normal".
Lisa siguió describiendo la relación de seis años que tuvo
con Gary. Gary se mudó al apartamento de ella casi de
inmediato y dejó en claro, durante sus primeras semanas
juntos, que en caso de que alguna vez tuvieran que elegir entre
comprar droga y pagar el alquiler, para él la droga siempre
estaría primero. Sin embargo, Lisa estaba segura de que
cambiaría, que llegaría á valorar lo que tenían juntos y querría
preservarlo. Estaba segura de que podría hacer que la amara
como ella lo amaba.
Gary rara vez trabajaba y cuando lo hacía, fiel a su palabra,
utilizaba sus ingresos para pagar la marihuana o el hachís más
costosos. Al principio Lisa lo acompañó en el consumo de
drogas, pero al ver que interfería con su capacidad de ganarse
la vida lo dejó. Después de todo, era responsable por mantener
a ambos, y tomaba su responsabilidad en serio. Cada vez que
pensaba en decir a Gary que se marchara -después de que él
había vuelto a sacarle dinero del bolso o cuando al volver,
exhausta, del trabajo, encontraba una fiesta en el apartamento,
o cuando él no había venido a casa en toda la noche- él
compraba una bolsa de comida o la esperaba con la cena lista o
le decía que había comprado un poco de cocaína especialmente
para compartirla con ella, y la decisión de Lisa se esfumaba
mientras se decía a sí misma que, después de todo, Gary la
amaba.
Las historias que él le contaba de su niñez la hacían llorar
de pena, y Lisa estaba segura de que, si lo amaba lo suficiente,
podría compensarlo por todo lo que había sufrido. Sentía que
no debía culparlo ni hacerlo responsable de su comportamiento, puesto que lo habían dañado cuando niño, y al concentrarse en
remediar el pasado de Gary llegaba a olvidar su propio doloroso
pasado.
Una vez, durante una discusión en que ella se negó a darle
un cheque que le había enviado su padre como regalo de
cumpleaños, Gary clavó un cuchillo en todos los cuadros del
apartamento.
Lisa prosiguió con su historia.
-En ese entonces estaba tan enferma que llegué a pensar:
"La culpa es mía; no debí hacer que se enojara tanto." Seguía
culpándome por todo, tratando de reparar lo irreparable.
"El día siguiente fue un sábado. Gary había salido un rato y
yo estaba limpiando todo, llorando y tirando las pinturas de tres
años. Tenía el televisor encendido para distraerme, Y estaban
entrevistando a una mujer que había sido golpeada por su
esposo. No se le veía la cara, pero hablaba de cómo había sido
su vida y describió algunas escenas bastante horribles y
después dijo: "No me parecía tan malo porque yo aún podía
soportarlo."
Lisa meneó la cabeza lentamente.
-Eso es lo que yo estaba haciendo: seguía en aquella
situación terrible porque aún podía soportarla. Cuando oí a esa
mujer, dije en voz alta: "¡Pero tú mereces algo más de lo peor
que puedas soportar!" Y de pronto me oí y empecé a llorar
mucho porque comprendí que yo también. Yo merecía más que
el dolor y la frustración Y la pérdida y el caos. Con cada pintura
arruinada me dije: "Ya no viviré así."
Cuando Gary volvió, sus cosas estaban empacadas,
esperándolo afuera. Lisa había llamado a su mejor amiga, que
había traído a su esposo, y esta pareja ayudó a Lisa a tener el
coraje de decir a Gary que se marchara.
-No hubo una escena porque estaban mis amigos, por eso
simplemente se marchó. Más tarde empezó a llamarme y a
amenazarme, pero yo no reaccionaba de ninguna manera, de
modo que después de un tiempo se dio por vencido.
"Sin embargo, quiero que entienda que no lo hice sola; me
refiero a no reaccionar. Esa tarde, cuando todo había pasado,
llamé a mi madre y le conté todo. Ella me dijo que comenzara a
ir a las reuniones de A.A. para hijos adultos de alcohólicos.
Solamente le hice caso porque estaba sufriendo demasiado."
Se trata de una comunidad de parientes y amigos de
alcohólicos que se reúnen para ayudarse entre sí y a sí mismos
a recuperarse de su obsesión por el alcohólico que hay en sus
vidas. Las reuniones de hijos adultos son para hijos de
alcohólicos que desean recuperarse de los efectos de haber
vivido con el alcoholismo cuando niños. Esos efectos incluyen la
mayoría de las características de amar demasiado.
-Entonces comencé a entenderme. Gary, para mí, era lo
que el alcohol había sido para mi madre: era una droga de la
que yo no podía prescindir. Hasta el día en que lo eché,
siempre me había aterrado la idea de que se marchara, por eso
hacía todo cuanto podía para complacerlo. Hice todas las cosas
que había hecho cuando niña: trabajar duro, ser buena, no
pedir nada para mí y encargarme de lo que era responsabilidad
de otro.
"Como el sacrificio propio siempre había sido mi patrón de
vida, no habría sabido quién era yo sin alguien a quien ayudar
o algún sufrimiento que soportar."
El profundo apego de Lisa a su madre y el gran sacrificio de
sus propias necesidades que requería ese vínculo la prepararon
para posteriores relaciones de pareja que involucraban
sufrimientos más que cualquier tipo de realización personal.
Cuando niña, ella había tomado una profunda decisión de
rectificar cualquier dificultad en la vida de su madre a través
del poder de su propio amor y desinterés.
Esa decisión pronto se volvió inconsciente, pero continuó
impulsándola. Totalmente desacostumbrada a evaluar formas
de asegurar su propio bienestar pero experta en promover el
bienestar de los demás, asumía relaciones que prometían otra
oportunidad de enmendarlo todo para otra persona mediante la
fuerza de su amor. Fiel a su historia, el hecho de no ganar ese
amor a través de sus esfuerzos sólo la hacía esforzarse más.
Gary, con su adicción, su dependencia emocional y su
crueldad, combinaba todos los peores atributos de la madre y
el padre de Lisa. Irónicamente, eso explicaba su atracción hacia
él. Si la relación que tuvimos con nuestros padres fue
esencialmente sana, con expresiones adecuadas de afecto,
interés y aprobación, entonces, como adultas, tendemos a
sentirnos cómodas con las personas que engendran
sentimientos similares de seguridad, calidez y una dignidad
positiva. Más aun, tendemos a evitar a la gente que nos hace sentir menos positivas con respecto a nosotras mismas a través
de sus críticas o de su manipulación para con nosotras. Su
conducta nos resultará repelente.
Sin embargo, si nuestros padres se relacionaron con
nosotras en forma hostil, crítica, cruel, manipuladora,
dictatorial, demasiado dependiente, o en otras formas
inadecuadas, eso es lo que nos parecerá "correcto" cuando
conozcamos a alguien que exprese, quizá de manera muy sutil,
matices de las mismas actitudes y conductas. Nos sentiremos
cómodas con personas con quienes se recrean nuestros
patrones infelices de relación, y tal vez nos sentiremos
incómodas e inquietas con individuos más apacibles, más
amables o más sanos en otros aspectos. O bien, debido al
desafío de intentar cambiar a alguien a fin de hacer feliz a esa
persona o de ganar afecto o aprobación reprimidos, tal vez
simplemente nos sintamos aburridas con la gente más sana. A
menudo el aburrimiento encubre sentimientos leves a intensos
de malestar, que las mujeres que aman demasiado tienden a
sentir cuando no están en el ya conocido rol de ayudar, esperar
y prestar más atención al bienestar ajeno que al propio. En la
mayoría de los hijos de alcohólicos, como también en los de
otras clases de hogares disfuncionales, hay una fascinación con
las personas que implican problemas y una adicción a la
excitación, especialmente a la excitación negativa. Si el drama
y el caos siempre estuvieron presentes en nuestra vida y si,
como sucede con tanta frecuencia, nos vimos forzados a negar
muchos de nuestros sentimientos mientras crecíamos, a
menudo necesitaremos acontecimientos dramáticos para poder
engendrar un sentimiento. De esta manera, necesitamos la
excitación que nos proporcionan la incertidumbre, el dolor, la
decepción y la lucha sólo para sentirnos vivos.
Lisa concluyó su historia.
- La paz y la tranquilidad de mi vida después de la partida
de Gary me enloquecían. Necesité todo mi esfuerzo para no
llamarlo y volver a empezarlo todo. Pero poco a poco me fui
acostumbrando a una vida más normal.
"Ahora no estoy saliendo con nadie. Sé que todavía estoy
demasiado enferma para tener una relación saludable con un
hombre. Sé que saldría a buscar otro Gary. Por eso, por
primera vez, mi proyecto seré yo misma en lugar de tratar de
cambiar a otra persona."
Lisa, en relación con Gary, al igual que su madre en
relación con el alcohol, sufría un proceso de enfermedad, una
compulsión destructiva sobre la cual ella sola no ejercía control
alguno. Tal como su madre había desarrollado una adicción al
alcohol y era incapaz de dejar de beber por sus propios medios,
Lisa había desarrollado lo que también era una relación adictiva
con Gary. No hago esta analogía ni empleo la palabra adictiva a
la ligera al comparar la situación de ambas mujeres. La madre
de Lisa se había vuelto dependiente de una droga, el alcohol,
para evitar experimentar la intensa angustia y la desesperación
que le producía su situación en la vida. Cuanto más utilizaba el
alcohol para evitar sentir el dolor, más obraba la droga en su
sistema nervioso para producir los mismos sentimientos que
ella quería evitar. En última instancia, el alcohol aumentaba su
dolor en vez de disminuirlo. Entonces, por supuesto, bebía más
aun. Así fue como entró en la espiral de la adicción.
Lisa también trataba de evitar la angustia y la
desesperación. Sufría una profunda depresión subyacente,
cuyas raíces se remontaban a su dolorosa infancia. Esa
depresión subyacente constituye un factor común en los hijos
de todo tipo de hogares gravemente disfuncionales, y sus
maneras de enfrentarla o, lo que es más típico, de evitarla,
varían según el sexo, la disposición y el rol que tuvieron en la
familia durante la niñez. Cuando llegan a la adolescencia,
muchas jóvenes, como Lisa, mantienen su depresión a raya
desarrollando el estilo de amar demasiado. Al desarrollar
relaciones caóticas pero estimulantes, que las distraen, con
hombres inadecuados, están demasiado excitadas para
hundirse en la depresión que está latente justo por debajo del
nivel de la conciencia.
De esta manera, un hombre cruel, indiferente, deshonesto
o difícil en otros aspectos se convierte, para esas mujeres, en el
equivalente de una droga, y crea así un medio de evitar sus
propios sentimientos, en la misma forma que el alcohol y otras
sustancias que alteran el estado de ánimo crean en los
drogadictos una vía de escape temporaria, de la que no se
atreven a separarse. Tal como sucede con el alcohol y las
drogas, estas relaciones inmanejables que proporcionan la
distracción necesaria también acarrean su carga de dolor. En
un paralelo con el desarrollo de la enfermedad del alcoholismo, la dependencia en la relación se profundiza hasta el punto de la
adicción. El hecho de estar sin la relación -es decir, estar sola
con una misma- se puede experimentar como algo peor que el
mayor sufrimiento producido por la relación, porque estar sola
significa sentir el nuevo despertar del gran dolor del pasado
combinado con el del presente.
Las dos adicciones son paralelas en ese aspecto, e
igualmente difíciles de vencer. La adicción de una mujer a su
pareja o a una serie de parejas inapropiadas puede deber su
génesis a una variedad de problemas familiares. Aunque resulte
irónico, los hijos adultos de alcohólicos tienen más suerte que
los de otros antecedentes disfuncionales porque, al menos en
las grandes ciudades, a menudo existen grupos de Alcohólicos
Anónimos para apoyarlos mientras tratan de solucionar sus
problemas con el amor propio y con las relaciones.
La recuperación de una adicción a una relación implica
conseguir ayuda de un grupo de apoyo adecuado a fin de
quebrar el ciclo de la adicción y de aprender a buscar
sentimientos de valor propio y bienestar en otras fuentes, no
en un hombre incapaz de fomentar esos sentimientos. La clave
radica en aprender a vivir una vida sana, satisfactoria y serena
sin depender de otra persona para ser feliz.
Es triste, pero para quienes están enredados en relaciones
adictivas y quienes están atrapados en la telaraña de la
adicción química, la convicción de que pueden manejar el
problema por sí solos a menudo evita que busquen ayuda y,
por lo tanto, anula la posibilidad de recuperación.
Debido a esa convicción -"puedo hacerlo solo"- a veces las
cosas deben empeorar mucho antes de que puedan empezar a
mejorar para tanta gente que lucha con alguna de esas
enfermedades de adicción. La vida de Lisa tuvo que llegar a ser
irremediablemente inmanejable para que ella pudiera admitir
que necesitaba ayuda para vencer su adicción al dolor.
Por otra parte, no la ayudaba el hecho de que nuestra
cultura otorga un viso romántico al sufrimiento por amor y a la
adicción a una relación. Desde las canciones populares hasta la
ópera, desde la literatura clásica hasta los romances
arlequinescos, desde las telenovelas diarias hasta los filmes y
obras de teatro aclamadas por la crítica, estamos rodeados por
innumerables ejemplos de relaciones inmaduras e
insatisfactorias que se ven glorificadas y ensalzadas. Una y otra vez, esos modelos culturales nos inculcan que la profundidad
del amor se puede medir por el dolor que causa y que aquellos
que sufren de verdad, aman de verdad. Cuando un cantante
canta con voz suave y melancólica acerca de no poder dejar de
amar a alguien a pesar de lo mucho que eso lo hace sufrir, hay
algo en nosotros -tal vez a fuerza de vernos repetidamente
expuestos a ese punto de vista- que acepta que lo que expresa
el cantante es lo correcto. Aceptamos que ese sufrimiento es
parte natural del amor y que la voluntad de sufrir por amor es
un rasgo positivo en lugar de negativo.
Existen muy pocos modelos de personas que se relacionan
con sus pares en forma sana, madura, honesta, no
manipuladora y no explotadora, y esto quizá se deba a dos
razones. En primer lugar, con toda sinceridad, tales relaciones
son bastante escasas en la vida real. En segundo lugar, dado
que la calidad de la interacción emocional en las relaciones
sanas a menudo es mucho mas sutil que el flagrante drama de
las relaciones insatisfactorias, su potencial "dramático tiende a
ser pasado por alto en la literatura, el teatro y las canciones. Si
nos vemos acosados por estilos perjudiciales de relacionamos,
tal vez sea porque eso es casi todo lo que vemos y sabemos.
Debido a la escasez de ejemplos de amor maduro y
comunicación sana en los medios, durante años he tenido la
fantasía de escribir un episodio de cada una de las telenovelas
principales. En mi episodio, todos los personajes se
comunicarían en forma honesta, cariñosa y no a la defensiva.
No habría mentiras, ni secretos, ni manipulaciones, nadie que
estuviera dispuesto a ser la víctima de otra persona y nadie
sería el victimario. En cambio, los espectadores que vieran el
episodio de ese día verían personas comprometidas en tener
relaciones sanas entre si, sobre la base de la genuina
comunicación.
Este estilo de relación no sólo se opondría mucho al
formato normal de esos programas sino que además ilustraría,
por medio del extremo contraste, lo saturados que estamos de
las representaciones de explotación, manipulación, sarcasmo,
búsquedas de venganza, trampas deliberadas, celos, mentiras,
amenazas, coerción, etc.; ninguna de estas cosas contribuye a
una interacción saludable. Cuando uno piensa en el efecto que
tendría un segmento que presentara una comunicación honesta
y un amor maduro sobre la calidad de estas sagas, hay que
considerar también el efecto que tendría la misma alteración en
la vida de cada uno de nosotros.
Todo sucede en un contexto, inclusive nuestra forma de
amar. Necesitamos tener conciencia de los defectos nocivos de
nuestra visión social del amor y resistimos a la inmadurez
superficial y contraproducente en las relaciones personales que
ésta idealiza. Necesitamos desarrollar conscientemente una
forma de relacionamos más madura y abierta que la que parece
apoyar nuestro medio cultural, para poder cambiar el torbellino
y la excitación por una intimidad más profunda.
0 comentarios:
Publicar un comentario